jueves, 8 de febrero de 2007

Amor constante más allá de la muerte


Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora, a su afán ansioso lisonjera;

Mas no de esotra parte en la ribera
Dejará la memoria, en donde ardía:
Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.

Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
Venas, que humor a tanto fuego han dado,
Médulas, que han gloriosamente ardido,
Su cuerpo dejará, no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado.
Hoy, al separarnos en la calle vi esta foto en el periódico.

Mi conciencia de Historiador, como un molesto mosquito, me recuerda que hace seis mil años no existía el concepto del “amor”, mucho menos cabría en la mente de estos antiguos humanos el concepto que hoy denominamos “pareja”.

Sin embargo, estos cúmulos de “polvo enamorado” transmiten una intimidad hermosísima, parecen estar disfrutándose mutuamente, como si acabaran de hacer el amor como solo los enamorados lo sabemos hacer.

¿Qué no daría yo por saber que se siente estar, bajo capas y capas de tierra, sin tener que preocuparme por el mundo exterior y solo estar contigo?

3 comentarios:

venus dijo...

Mmmmmmmm bella foto y el escrito que lo acompaña, más aún.

Que bello amor.

Besos.

CRUSIER dijo...

Quien no sueña de que su amor traspase las barreras de cada adversidad??... de que despues de la muerte este amor siga... de que aunque vuelvan a la vida se vuelvan a encontrar... yo lo añore por mucho tiempo...


saludos

Anónimo dijo...

Corrija el texto, pues Quevedo nunca habó de "médulas" sino de "medulas", puesto que el primer término fue introducido en nuestro lenguaje hasta el sigo XIX. En cualquier caso, bellísimo soneto.