domingo, 7 de enero de 2007

Una noche en Milán

La almohada en la que me apoyo está tan vieja y gastada que siento en mi espalda la cabecera tan claramente como sin no hubiera puesto nada, prendo la lámpara de noche para intentar escribir las aventuras del día de hoy.

Después de cinco minutos de garrapatear el papel me doy por vencido y me recuesto, repitiendo para mis adentros los pretextos que le doy a mi conciencia literaria para que guarde silencio: estoy demasiado cansado para tantos detalles de la catedral, luego veré las fotos, me caga escribir a mano, y sobretodo ¿a quien le interesaría leerlo?

Desde la ventana una luna llena brilla con fuerza, yo la miro con hastío; estoy ya aburrido de la noche, en este continente, en esta época del año y con lo poco disciplinado que soy para levantarme, parece que han pasado años desde la ultima vez que vi el sol. Odio pensar que la luz me afecta como si fuera una vaca que pasta dulcemente en el campo y duerme en cuanto cae el sol, pero no le encuentro otra explicación a mi cansancio crónico y al mal humor que tuve todo el día.

Me revuelvo tratando de acomodarme, algo falta o algo sobra, simplemente no encuentro como ponerme a tono con la noche, ninguna posición que trato es la correcta. Mi propio cuerpo me parece incómodo. Las sabanas de los Hoteles siempre me han parecido asfixiantes, las de este no son la excepción, sacudo las piernas para no sentirme aprisionado y me pregunto si tanto cansancio me permitirá dormir.

Doy vueltas y mas vueltas, cuando de repente, sin aviso, de las sombras, como un gato al asecho, surge tu mano. No me sorprende encontrarla, me visita bastante seguido en tu ausencia. Con la erótica parsimonia que te caracteriza tu mano se dirige hacia mi cabellera y me rasca para relajarme, todo gato adora el piojito y este no es la excepción.

Cuando ya estoy mas suelto, mas en paz conmigo mismo y con el mundo, tu mano baja por mi cuello, se arrastra lentamente por mis hombros, hace una pequeña pausa en mi ombligo para sacarme la pelusa, y por ultimo, triunfante, masajea mi pene.

La erección es inmediata, tu mano siempre ha sabido el donde, el cuando y el como. Tu mano acaricia, tu mano se desliza, tu mano aprieta, tu mano hace que me vuelva loco.

Tu mano.

Siempre tu mano.

Me vengo en tu mano.

No tengo orgasmos, que quede claro, cuando es tu mano la que toca yo ME VENGO.

Después de venirme, estoy mas tranquilo, dispuesto a dormir, las sabanas, la luna los husos horarios, no importan nada.

Me faltaba tu mano, para poder dormir.

1 comentario:

Lust dijo...

Si así le escribes a mi mano, que no le escribirás a mi boca...